COMPARTIENDO LA PALABRA DE DIOS
SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
¡Seamos eucaristía para los demás!
Hermanos y hermanas:
La liturgia de la Iglesia, todos los años, nos invita a celebrar con solemnidad la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo; a reafirmar nuestra fe en la presencia maravillosa de Jesús en la Eucaristía, bajo la forma de una comida y de una bebida. En la Eucaristía, el amor de Dios toma cuerpo, se hace pan para ser comido y vino de amor para ser bebido: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre […]El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6, 51-58). No olvidemos, que el Corpus Christi, que todos los años pasa en procesión por las calles, es la presencia de Aquél que entregó, compartió su vida entera y derramó su sangre por el Reino, para dar vida y salvar a todos. Es decir, toda la vida de Jesús fue eucarística, acción de gracias y entrega por los demás. Así también, debe ser la nuestra.
En esta fiesta, la Palabra de Dios, nos invita a hacer siempre memoria, a recordar y proclamar la acción vital que Dios realiza en nuestras vidas: “Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer […] te alimentó con el maná […] No olvides al Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto” (Dt 8, 2-3. 14b-16a). No debemos olvidar nuestras raíces históricas, ni todo lo que Dios hizo y hace por nosotros. Antes de la pandemia del Covid-19, cuando todo nos iba bien en la vida, muchos nos estábamos olvidando de Él. Una relectura creyente de nuestro pasado y presente, nos ayuda a reconocer la presencia salvadora, liberadora, amorosa, de Dios en nuestra vida. En cada Eucaristía hacemos memoria de la Pascua de Cristo que, hoy, sigue actualizándose. Cristo, presente en el pan y el vino, también está presente en su cuerpo-comunidad que se hace pan partido para los demás. No hay verdadera comunión eucarística sin entrega por los demás, sin hacer procesión de solidaridad por los pobres, sin humanizar a los seres humanos. En esta guerra contra la pandemia son muchos que se hacen eucaristía, como los médicos, enfermeras, y policías, entregando su vida, derramando su sangre por salvar a sus hermanos. Recordemos esos gestos eucarísticos con gratitud. Somos eucaristía entregando la vida por el Reino y por un mundo más humano.
También, la Palabra de Dios, nos recuerda que la Eucaristía es comer todos del mismo pan: “El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un sólo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan” (1 Co 10, 16-17). La eucaristía es comer juntos, en comunidad, alrededor de una mesa, en memoria de Cristo. Eucaristía es comida compartida. No se trata sólo de comer o de dar de comer a los pobres, sino de comer juntos, de comer con los pobres, dialogando y compartiendo el pan con ellos. Comiendo juntos se aprende a ser hermanos. La comunidad se construye comiendo juntos el pan eucarístico y el pan de todos los días. Toda comida compartida es eucarística. La comida eucarística nos tiene que llevar a la comida fraterna con los demás. En este tiempo de pandemia, nos hemos visto privados de las comidas eucarísticas, pero hemos visto multiplicarse las comidas compartidas y fraternas en las familias y en los barrios más pobres. Muchos voluntarios de Cáritas y otras organizaciones, gracias a la generosidad de otros, han ayudado a que se multipliquen las comidas compartidas de los comedores u ollas vecinales, alrededor de las cuales se construyen comunidades fraternas.
En medio de la pandemia, la fiesta del Corpus Christi nos comprometa, de verdad, a ser eucaristía para los demás, a entregar la vida por el Reino y por un mundo más humano.
P. Amadeo.
San Pedro de Lurín, 16-06-2020.